viernes, 17 de junio de 2011

De la realidad a la… ¿verdad?

"Si limitamos nuestra visión al mundo real, nos debatiremos para siempre en el lado pobre de las cosas y, trabajaremos solo para que nuestras fotografías igualen los que vemos ahí fuera, sin superarlo nunca. (Galen Rowell)".

Las primeras veces que salimos a fotografiar cometemos muchos errores. Elegir malos momentos de luz, falta de síntesis en el momento de componer, falta de enfoque por mal uso del autoenfoque -acostumbraos lo antes posible al enfoque manual, veréis que no supone problemas… y sabréis que si hay error es por vosotros, no por errores mecánicos-… Pero, bajo mi punto de vista, hay uno que tardamos mucho -demasiado- tiempo en comprender. Pretendemos que nuestra cámara capte lo que están viendo nuestros ojos, y eso es, sencillamente, imposible.



Imposible, para mi, por dos motivos fundamentales. Un motivo, según pienso el más obvio, es fisiológico -o biomecánico-. Nuestra cámara de fotos jamás podrá ver como nuestros propios ojos, no se ha inventado -de momento y, espero que sea así durante bastante tiempo- ningún sensor capaz ni tan siquiera de aproximarse al rango dinámico del ojo humano. Pero además y, esta es una afirmación más personal, existe un motivo emocional -o sentimental, si queréis-.

Nuestro cerebro tiende a idealizar la escena que fotografiamos. Nuestra cabeza dibuja fielmente las líneas que dan profundidad, aísla los elementos de interés sin interferencias y nos muestra la imagen con un nivel de detalle y nitidez extraordinarios. Por eso, lo normal al volver de una de esas primeras sesiones fotográficas es tener cierta sensación de desanimo… se suele pensar que aquello no era exactamente lo que habíamos visto y, en realidad, lo que sucede es justo lo contrario, te has traído imágenes tremendamente parecidas a lo que has visto… que no necesariamente era lo mismo que querías fotografiar.

Llega un momento en el que te das cuenta de que necesitas pensar más en cómo ve tu cámara que en como ves tú. Una determinada focal te dará una determinada perspectiva, un tiempo de exposición más largo dibujará texturas que no ves realmente… en ese momento pasas a jugar con el paisaje. De representar la realidad, pasas a representar "la verdad" del paisaje. No una verdad universal y necesaria, pero sí desde luego, TU verdad… la que TÚ pretendes mostrar. A partir de ese momento el paisaje se transforma en medio para un fin, no es tan importante el paisaje "per se" que lo que pretende comunicar. Así nuestra visión fotográfica pasa a ser artística -siempre según mi opinión- ya que deja a un lado la realidad, es más, se despoja de ella para mostrarnos una verdad que estaba allí, latente.

Desde hace tiempo que los debates acerca de lo real o no de las fotografías me generan algo de malestar, soy de la opinión que las fotografías que llegan a transmitir -que nos remueven algo por dentro- se han despojado de cualquier atisbo de realidad… y nos muestran una "verdad" que estaba mucho más allá.







Espero volver en breve con más… hasta entonces, como decían en una serie televisiva de los 90's, recordad que la verdad está ahí fuera. Un cordial saludo.